Cuántas veces hemos oído esa frase, tal vez,
parafraseando al Chavo del Ocho, sin querer queriendo, de algún jefe, compañero
o amigo, en clara alusión que con eso basta para aprobar, que es suficiente y
que no tratemos de alcanzar la excelencia. Sin embargo estamos cayendo en lo
que conocemos como el conformismo, la resignación, el fracaso a largo plazo, en
conclusión la mediocridad.
A continuación quiero compartir con ustedes un artículo
publicado en el sitio Catholic.net por el Padre Mariano de Blas
Pasando un
día por el patio de juego de un colegio de niñas, vi que una alumna estaba
gritando de contenta y diciendo a sus compañeras: ¡Felicítenme, me he sacado un
once! Pero, yo le dije: "Te doy mi pésame". Sumamente extrañada se
volvió para preguntarme: ¿Por qué, si he pasado? "Sí, has pasado, pero si
pudiste obtener mejor calificación, y tú te conformas con ese once, yo prefiero
darte el pésame".
En otra
ocasión encontré a una niña de segundo de secundaria llorando desconsoladamente
y le pregunté la causa: "Es que la maestra me ha puesto dieciocho y yo me
merecía un veinte". Aquellas lágrimas me gustaron más que la alegría
exagerada de la otra alumna; le sugerí que fuera con la maestra para que revisara
el examen y efectivamente le dieron el veinte. ¡Me gusta la gente que le tira
al veinte!
En la
asignatura de la vida, no sólo en los estudios, cada una va sacando su propia
calificación; hay personas que se conforman con un once, es decir, con la
mediocridad, con lo mínimo en su carrera, en su trabajo, en su profesión, en su
familia, en su religión, en todo. No sé si exagero pensando que de 100
personas, el 95 por ciento acaban asentándose en la mediocridad, son los que se
lamentan de su mala suerte en su vida, mientras que el 5 por ciento restante
despierta por las mañanas pensando en la forma de hacer las cosas, en vez de
razonar las causas por las que no pueden ser hechas.
De ese escaso
5 por ciento salen los mejores hombres y mujeres de nuestro mundo, aquellos
cuyos nombres están escritos en el libro de la vida de la grandeza, son
aquellos que no se resignan a morir en la mediocridad, siguen siempre adelante
a pesar de los fracasos, caídas, problemas; son lo que no se dan por vencidos,
los que siempre intentan una y otra vez más las cosas. Son los que no dicen:
"esto es imposible", sino que lo hacen posible, aquellos que dan un
paso más, y si no es suficiente otro y otro. Son quienes no piensan: "Aquí
no hay nada que hacer", sino: "Aquí está todo por hacerse." A
ellos también les cuesta subir la montaña, se arañan las manos y los pies
sangran, pero ellos piensan en la cima, sueñan con llegar a la meta prefijada.
Estos son
nuestros modelos de grandeza, los hay para todos los gustos, para todos los
tiempos, en cualquier edad. Los vemos muy subidos en su pedestal como al
alpinista en la cumbre, pero empezaron su escalada en el valle donde todos
vivimos.
Todos
empezamos en el mismo lugar la subida; pero a medida que crece la altura
empiezan a destacarse. Los otros empiezan a toser, se paran a contemplar el
paisaje, les entra el mal de montaña, sienten nostalgia del valle y dan media
vuelta a casita. Unos siguen subiendo, son ellos los que son como todos, pero
quieren ser diferentes, los que eran igual a nosotros, igual de malos, de
tontos, de mediocres; quizá hasta peor que nosotros, pero un día dieron el
primer paso que les llevaría hasta las cumbres. Ellos y ellas también supieron
de fracasos, de amarguras, de miserias terribles, tuvieron épocas fatales como
las nuestras o peores que las nuestras.
De ahí que no
importa de dónde se sale, dónde se comienza, sino dónde se termina, a dónde se
quiere llegar. No importa lo que hayas hecho o hayas dejado de hacer antes de
hoy, lo que importa es lo que estás decidido a hacer de hoy en adelante.
La diferencia
entre los grandes hombres y nosotros está en solo eso, ellos quisieron,
nosotros no. En la vida de estos hombres y mujeres grandes hubo un día grande
en que tomaron su decisión, que era de por vida, y esa entrega rompió de una
vez por todas, con las medias tintas, las flojeras, los temores; ellos se
plantearon su meta crudamente, valientemente: o todo o todo, o sí o sí. Un amor
apasionado les llevó a la aventura, una voluntad de acero les ayudó a la
realización de la tarea, y ahí los tenemos en la cumbre: los grandes de todos
los tiempos, los grandes de nuestro tiempo.
¿Y tú y yo qué necesitamos para realizar esta
aventura? ¿Medios? Hay medios de sobra ¿Tiempo? Tienes todo el necesario; pero
hace falta algo, ¡querer!; el día que tú quieras..., pero, ¿querrás algún día?
Si no eres feliz es porque te has resignado. Si no
te sientes realizado es porque te has resignado. Si te sientes fracasado es
porque te has resignado a la mediocridad.
Ahora, relajémonos, analicemos nuestra vida,
nuestro pensamiento y disfrutando de una aromática y caliente taza de café. Que
tengas un buen día.
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